La resistencia a la tristeza

Llevo tiempo pensando, analizando, investigando, mirando, escarbando, contemplando, sintiendo acerca de por qué todos nosotros los humanos nos resistimos tanto a sentir tristeza. Definitivamente, debe ser algo que hemos aprendido desde el comienzo del mundo. Posiblemente vinculado metafóricamente a la historia de Adán y Eva cuando perdieron la oportunidad de vivir en el ‘paraíso’ y se volvieron ‘pecadores’ por primera vez. Para mí lo que denomina el catolicismo como pecado es el hecho de perder la inocencia. Quizás lo que marca el comienzo de la resistencia a la tristeza en cada uno de nosotros es meramente eso; cuando perdemos la inocencia. Como vemos, los niños—el símbolo más puro de la inocencia—no tienen problema con dejarle saber al mundo cuando se sienten tristes; solo lloran, pataletean, gritan, en fin, dejan salir esa energía de su cuerpo. En cambio, cuando nosotros los adultos sentimos o creemos sentir algo relacionado o similar a la tristeza nos trincamos, dejamos de respirar (observen su cuerpo la próxima vez que empiecen a sentir tristeza) y hacemos todo lo posible porque ese sentimiento no pase por nuestro cuerpo. Podemos pasar minutos, horas, días, meses e inclusive años resistiendo ese sentimiento. Desgraciadamente, lo que uno resiste persiste por lo que esa tristeza hasta tanto no la dejemos fluir por nuestro cuerpo seguirá tocando la puerta de nuestro corazón.

Mi pregunta es… ¿quién nos dijo que la tristeza era ‘mala’? ¿Acaso no es necesaria? Pienso que si no fuese necesaria no existiría. Su existencia es tan importante como la felicidad o cualquier otra emoción catalogamos como positiva. La tristeza (aunque sea difícil de creer) nos permite estar conscientes de que estamos vivos.

Por mi experiencia personal, pienso la tristeza es un elemento catalizador para sentir felicidad. Si uno no se permite a sí mismo sentir tristeza tampoco se da permiso para verdaderamente sentir felicidad. Ambas emociones son los extremos del mismo sentimiento lo cual los convierte en dualidad; así como existen las dualidades de lo femenino y lo masculino, lo fuerte y lo débil y así por el estilo.

Es un engaño de nuestra mente cuando pensamos que la tristeza es algo terrible que si le damos paso jamás podremos sacar de nuestro cuerpo. Aún si fuera cierto que la tristeza es un ‘mal’: no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Al igual que los sentimientos positivos van y vienen, la tristeza, cuando la dejamos fluir, es algo pasajero que entra y sale de nuestro cuerpo fácilmente. Es imposible que el sentimiento de tristeza este presente por más de un momento a la vez. Ahora sí, por cada momento de tristeza que nos permitamos sentir tenemos asegurado uno de felicidad.  De manera que cada vez que sientas que la tristeza te persigue, déjala entrar a tu vida, que con ella aprenderás a ser feliz. El resistirla solo prolongará el sufrimiento y complicará las cosas en tu diario vivir. Dejemos que la tristeza fluya, entre y salga, sube y baje, brinque y salte, se expanda y se contraiga.

La resistencia no es necesaria. Declaremos que tenemos fluidez emocional en todo momento. Verdaderamente abramos nuestro corazón a sentir lo que venga aunque no nos guste. Somos inocentes (tenemos inocencia) y capaces de sentir todo lo que existe en el Universo, incluyendo la tristeza.

Veroshk

(@Vroshk)                                                   
veroshk@live.com
www.veroshk.com  

*** Veroshk es estudiante doctoral de Psicología Clínica (PsyD 2014) y combina la Astrología, el Tarot, la Numerología, Metafísica, el balance de los Chakras, la limpieza energética y los trabajos de creencias para ayudar a los individuos a tomar el control de su vida y alcanzar sus metas.  Es dinámica y accesible, lo que le permite tocar el corazón de las personas y transformar su vida.  De esa manera cumple con su propósito de servir al prójimo dentro de un camino espiritual. Trabaja consultas con cita previa.